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Salomé Bragado En el mudo del surf también hay peregrinos. Todo surfista que se aprecie debe deslizarse una vez en la vida por las olas de Teahupoo. En este peligroso arrecife tahitiano se elevan las olas más preciadas del planeta. El poder de estas olas surge de los caprichos de la naturaleza. Todo empieza en Nueva Zelanda, a 4000 kilómetros. Allí se forman marejadas que cruzan el Pacífico hasta toparse con el arrecife. La profundidad pasa bruscamente de cien a tres metros y surge entonces esta ola enorme, gruesa, violenta y peligrosa como ninguna, que cae sobre el coral. En el pueblo de Teahupoo, se han registrado olas de diez metros con un espesor de tres metros, como si te cayera encima una casa de cuatro plantas. En los últimos años, cinco surfistas han muerto tras estamparse contra el arrecife; otros han sufrido lesiones medulares. Los golpes y raspones contra el coral también son frecuentes.
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Octubre 2018
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