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Nos situamos en Afganistán, concretamente en el monasterio de Mes Aynak, una reliquia arquitectónica de dudoso futuro. Siete monasterios budistas se encuentran sobre la segunda mina de cobre más grande del mundo y esto es lo que pone en peligro esta obra maestra que se sitúa entre los siglos III y VIII. El lugar en el pasado destacó por la gran cantidad de personas que se concentraban en él: comerciantes, mineros, monjes, leñadores… procedentes de diversas partes del mundo; era importante también la presencia de personas de otras religiones, dado que se trataba de un lugar propiamente budista. En definitiva, este lugar albergaba una gran variedad de culturas, religiones, nacionalidades y oficios, algo admirable para la época. A través de los años estas ruinas, descubiertas hace siete años, han sufrido continuos ataques y, a pesar de que hoy siguen en pie, podrían recibir su última estocada no en mucho tiempo. En 1980 la zona fue minada por los rusos y posteriormente hospedó a los talibanes, quienes levantaron allí su campamento. La trágica situación llevó a los arqueólogos a permitir que los talibanes tomaran tesoros con el propósito de que se marchasen del lugar. Tras varios años de tregua, aparece una nueva amenaza, el Gobierno afgano; se descubre una gran fuente de cobre bajo el escenario y la empresa china China Metallurgical Group Corporation ha llegado a un acuerdo para explotarla. Dicho acuerdo consiste en el pago de 2700 millones de euros que, dada la difícil situación económica de Afganistán, el Gobierno no duda en aceptarlos. Aún no han sido descubiertos todos los tesoros de esta maravilla, por lo que se teme por su desaparición. En este proceso aparecen más factores en contra de su explotación, como la necesidad de grandes cantidades de agua en una zona afectada por la sequía o el desplazamiento de muchos habitantes de la zona. A todo esto se oponen objetivos económicos para sustentar la economía del país y, por ejemplo, la aparición de puestos de trabajo. La explotación ha encontrado diversos baches; la compañía sufrió el bombardeo de los talibanes y posteriormente ocho trabajadores fueron asesinados por los mismos. Llegados a este punto se plantean si merece la pena jugarse la vida para obtener los recursos, y la explotación se ha aplazado, dando un respiro al patrimonio arquitectónico del mundo entero.
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Autor·Raquel Ramos Archivos
Octubre 2017
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