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Mario de la Fuente En el lejano año 1836, en el seno de una familia sevillana acomodada, nacía tal día como hoy, un 17 de febrero, el poeta español Gustavo Adolfo Bécquer. Sin embargo, la elevada posición social no le libró de su grave infortunio, pues a la edad de nueve años, casi sin saber qué sucedía, había quedado huérfano de padre y madre. El destino quiso que fuese su madrina la que lo acogiese, pero ni el alto nivel social ni la estabilidad económica que le ofrecía pudieron convencer a un joven Bécquer de 17 años que ansiaba establecerse en Madrid para ganarse la vida a través de su don para las letras.
Bien es sabido lo arduo que puede resultarle a un literato el ganar lo necesario para subsistir, por muy buenas que sean sus obras. Al contrario de la fortuna y el éxito que esperaba encontrar, Gustavo Adolfo Bécquer solo halló miseria y escasez en todos los sentidos de la palabra. Entonces, contemplando la dificultad que entrañaba la vida del poeta, tuvo que entrar a servir como escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, de la que fue cesado por retratar las figuras de Shakespeare. De esta manera, la vida obligó a Gustavo a retomar su actividad como literato, la cual combinó con la pintura al fresco durante un tiempo. Sin embargo, a partir de la llegada en 1862 de su hermano Valeriano, pintor sevillano célebre aunque humilde, los Bécquer lograron remontar el vuelo y obtuvieron una modesta estabilidad. Desde este momento, Bécquer pudo dedicarse de manera más desahogada a su vocación. No obstante, Valeriano dejó este mundo de repente y sin previo aviso en el año 1870, lo que afectó severamente a Gustavo Adolfo Bécquer, el cual enfermó de pulmonía inesperadamente y sin explicación aparente. La pulmonía se convirtió en una hepatitis y esta derivó en una severa pericarditis que puso, el 22 de diciembre de 1870, punto y final a la vida del autor. Su legado literario se resume en las “Rimas”, las cuales han perdurado por la melancolía que transmiten sus versos. En cuanto al género de la leyenda, destacan la conocida “Maese Pérez el Organista”, “Los Ojos Verdes” o “La Rosa de Pasión”; a las que se les añaden ensayos como “La mujer de piedra” o “El aderezo de Esmeraldas”. Además, escribió descripciones, de las que destacan “La Basílica de Santa Leocadia”; y compuso obras dentro del costumbrismo como “Los Dos Compadres”. Su obra rebosa expresividad por los cuatro costados, y es que, ¿quién no ha oído alguna vez sus famosos versos: Volverán las oscuras golondrinas, en tu balcón sus nidos a colgar?
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Autor·Moisés Fernández Archivos
Mayo 2018
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