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El día quince de mayo estaba marcado con una cruz en el calendario de todo sportinguista.
Y no solo porque se tratase de un partido más, sino porque el equipo estaba a punto de culminar una hazaña que comenzó hacía nueve meses, con cero millones en la cuenta del club y con la ilusión con que todo equipo afronta un año en la élite. A medida que el autobús pasaba entre la marea rojiblanca aquel día quince de mayo en la tarde gijonesa los recuerdos se apoderaban de los jugadores y de los aficionados, tensos y nerviosos, sin ni siquiera imaginar la alegría que les invadiría unas horas más tarde. A un lado de los aficionados, escondida, pero presente al mismo tiempo, se encontraba la estatua de Manolo Preciado, el hombre que catapultó al Real Sporting a la gloria, y el que sigue apoyando al equipo desde el cielo. Pero todos sabían que una victoria no era suficiente, y es que, al otro lado de la península, en Sevilla, se tendría que dar una victoria del Real Betis ante un Getafe hundido en busca de arreglar una temporada desastrosa en primera. Eran momentos de encomendarse, de unidad entre dos aficiones hermanadas que siempre estuvieron juntas mostrando su apoyo incondicional. Comenzó el partido, el sonido de aquel silbato no fue capaz de enmudecer a la afición, que continuó cantando y animando a los suyos hasta que un remate espectacular al primer toque de Jony ponía por delante al Real Sporting. Las noticias que llegaban del Villamarín eran buenas, el Getafe empataba a cero, y el Betis estaba plantando cara a pesar de no jugarse nada más que tres puntos innecesarios para su permanencia, la cual ya estaba más que asegurada. Fue entonces cuando poco después de empezar la segunda parte, el Molinón vibró celebrando un gol inexistente, al menos inexistente en la ciudad de Gijón, y es que el Betis se había adelantado en el Villamarín. Pero no todo estaba hecho, un gol del Villareal echaría a perder el trabajo de toda una temporada. Entonces llegó la noticia, penalti en el Villamarín, y sí, a favor del Betis. Rubén Castro se encargó de ejecutarlo, el Betis había hecho su trabajo, ahora todo dependía de lo que ocurriera en el Molinón. Era el minuto setenta y nueve, y la grada aún mantenía la voz a pesar de llevar los casi ochenta minutos de partido apoyando al equipo, fue entonces cuando Sergio Álvarez remató un balón que parecía imposible para hacer el dos a cero en Gijón. El árbitro pitó el final. Los aficionados saltaron al campo y no dudaron lo más mínimo en escanciar la sidra que hiciese falta para reponer fuerzas tras los nervios vividos en las gradas. El Sporting era de primera. Y eso había que celebrarlo.
1 Comentario
Alex
12/6/2016 09:46:38 am
Un poquito sospechoso esto del Sporting. El años pasado ascienden por un victoria ante el lider de segunda con un 3-0 y este año 2-0 ante un Villareal de Champions. Y, aparte, victoria del Betis, quen no se jugaba nada, ante el Getafe, el rival del Sporting para la permanencia. Mucha ayuda del Betis...
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·Norberto Anero Archivos
Octubre 2018
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Foto utilizada con licencia Creative Commons de Marianne Bevis